Corría el año 1995. ‘El Mixto’ acababa el año anterior de cambiar de modalidad y aún daba sus primeros pasos en comparsa tras haber marcado una época en chirigota. ‘El Mixto’ llevaba pocos kilómetros recorridos en una modalidad en la que más tarde también haría historia, incluso llegando a dos semifinales en el Gran Teatro Falla. En este contexto nació una emblemática rumba, ‘Súbeme’, que aún hoy se sigue cantando en reuniones y encuentros carnavaleros.
Pero hubo un grupo que estrenó esta rumba, el de ‘La cantinela’ (1995), formado por Francisco J. Salas Bernal, Francisco J. Villalba González, Juan J. Alarcón Oliva, Rafael Alarcón Oliva, Fco. Javier Ruiz Sánchez, Ángel Lladó Lozano, Juan P. Casanova Leal, Valeriano Hoyos Moreno, Francisco Segado Ortega, Juan D. De los Santos Cepero, José J. Cabeza Romero, Francisco José Sánchez Navarro, Rafael Álvarez Torres, Martín García Molina y Javier Expósito González.
Esta pieza musical contaba con la autoría de Valeriano Hoyos y con los arreglos musicales de Francisco José Sánchez Navarro, un joven Paquito que ya era un pilar importante en la comparsa.
Todo comenzó en la sala de espera de una consulta médica. Allí, a Valeriano Hoyos se le ocurrió la idea de componer una rumba y cómo podría ser. Tenía muy claro qué quería contar y fue sacando la música teniendo en cuenta que debía tener coros y muchas voces, “que era lo que pegaba por aquella época”. Con la melodía ya en la cabeza, un fin de semana quedó con Paquito Sánchez y la montaron en el local de ensayo con los arreglos musicales de este último. Ya con el grupo se montó “en los huecos de los ensayos”.
En un primer momento, entraba Paco Segado, o en ocasiones Valeriano Hoyos, y después se sumaba el grupo, pero a medida que pasaban los años se iba modificando y se le fueron cambiando los arreglos, gracias al “gran trabajo” de Paquito Sánchez, tal y como destaca Hoyos.
Debido a su popularidad, la rumba pasó a boca del pueblo. “Nos sorprendimos de que siempre nos la pedían y siempre la cantábamos. No había un escenario al que nos subíamos donde no la cantáramos. Todavía, aún hoy, la cantamos en la callejera. La gente me ve y la pide porque gusta, y la cantamos y la gente la corea y la aplaude. Tengo la suerte de que ha gustado. Considero que la rumba no es mía, es de la gente. Eso me hace sentir muy orgulloso. La rumba es de quien la canta”, concluye su autor.